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VILLA MERCEDES

“Abel está muerto, solo queremos encontrar sus restos”; la convicción de los hermanos que esperan una respuesta de la Justicia

Este lunes 16 de septiembre se cumplen 10 años de la desaparición de “Pochi”. La familia lleva 3.650 días preguntándose qué pasó.

De la risa al llanto; las emociones suben y bajan como en una montaña rusa, arriba de un viaje que no se termina nunca, que no tiene destino final. “¿Cómo podemos soltar a una persona que es parte de nuestra vida?”, se pregunta Carolina atragantada con el dolor. No pudieron quitarle el amor y el recuerdo que le brotan por el corazón y la boca, pero le arrebataron el cuerpo de su hermano y la imposibilidad de decirle adiós. Hace 10 años que la familia resiste en una lucha para saber por qué lo desaparecieron, y tener finalmente una respuesta de la Justicia.

A Abel Ortiz no se lo tragó la tierra ni se lo llevaron los extraterrestres. Es uno de los casos de personas desaparecidas que sigue siendo un misterio en San Luis. El 16 de septiembre de 2014 salió de la casa de su hermana, en La Ribera, porque iba a encontrarse con Alejandra Espinosa, su ex pareja. Nunca más volvieron a verlo.

Los 9 hermanos que tiene Abel no se quedaron con los brazos cruzados. No solo hicieron más de 30 marchas por el centro de Villa Mercedes. Nunca dejaron de buscarlo en los lugares imposibles, no descartaron ningún dato ni información que pudiera llevarlos a él. Carolina, Marcela y Ariel recibieron a El Chorrillero y repasaron cómo se sostienen en este camino. Desde que perdieron a su hermano más chico, no volvieron a ser los mismos, el destino quiso que los sueños se torcieran. A todos los atraviesa la angustia, aunque recordarlo les saque sonrisas y lágrimas al mismo tiempo. Aprendieron a vivir con la ausencia. En estos 10 años no solo lo perdieron a él: también murió su papá, una sobrina y un cuñado.

Marcela, Carolina y Ariel, los hermanos de Abel Ortiz.

“Hicimos muchos viajes buscándolo”, recordó Ariel. Y después contó cómo fueron esos itinerarios. “Obedecimos a todos, cada cosa que nos decían, porque se acercaba la gente, que se comprometió y nos acompañó mucho, y nos decían dónde podía estar. Salíamos sin dudar. En una semana fuimos dos veces hasta el cruce de Los Andes, y también a Neuquén y La Rioja”, completó.

En Villa Mercedes rastrillaron el Río de V, de punta a punta, hasta Justo Daract; buscaron en más de 20 estancias, construcciones abandonadas, pozos y aljibes, pero sin resultados. También por el Valle del Conlara, por Merlo, por todos lados.

El dolor se hizo carne cuando fueron comprendiendo que Abel ya no podía estar vivo. Cuatro años después sufrieron otra pérdida, el 19 de diciembre de 2018. Juan Roque se murió sabiendo que en una estrella lo iba a estar esperando su hijo. Tenía Parkinson, pero fue un infarto lo que terminó apagándolo. Ya tenía el corazón roto. Ojalá, donde él decía, se hayan encontrado.

Abel vivía con Marcela, su cuñado y sobrinos. Se había separado de Espinosa, pero la seguía viendo. Ella fue la última en verlo el 16 de septiembre, y por eso es la principal sospechosa en la desaparición. Estuvieron juntos por unos 7 años. Él la conoció cuando tenía poco más de 20 años, y ella lo superaba en casi 10 años.

Abel Ortiz tenía 30 años cuando despareció.

Los tres hermanos quieren creer que “en algún tiempo fue feliz con la mujer que eligió”. Sin embargo recordaron que “ella ejercía violencia contra él”, a tal punto que por una agresión (le tiró un líquido) “perdió la visión de un ojo”. En el último tiempo había perdido 10 kilos.

“Nos decía que nos quedáramos tranquilos, que él iba a solucionar todo para separarse en buenos términos, eso es lo que quería, que se iba a alejar de a poco”, contó Ariel, y Marcela aportó: “Yo no estaba de acuerdo con eso, pero creía que era lo mejor, ir dejándola de a poco para que no viniera a hacer problemas, como muchas veces lo hacía. Me parece mentira que ya pasaron 10 años, de cuando me dijo ‘Marce me voy’, y esa imagen no se me borra, vuelve todo el tiempo. Esa imagen la tengo intacta, en el filo de la puerta, con el buzo blanco, el jogging, me acuerdo de las zapatillas. Ahora estamos como podemos, su ausencia se extraña, y sobre todo por no saber qué le pasó. Nunca lo vamos a dejar de buscar”.

Ahí rodeado con el amor de sus seres queridos estaba recomenzando: “Me ayudaba a cocinar, a limpiar, y comenzó el gimnasio, iba todos los días. Yo agradezco que por lo menos pudimos compartir esos últimos meses juntos, fueron días muy felices, lo veía con muchas ganas de salir adelante. Esa siesta (del 16 de septiembre) se puso a lijarme la puerta del auto porque lo quería pintar. Le había pedido a ella (Espinosa) una máquina para hacer ese trabajo. La puerta por muchos años estuvo así, como él la dejó”.

Una de las navidades felices de los Ortiz.

Los Ortiz son de esas familias que sea mediodía o noche, en alguna reunión donde están todos juntos (ellos son más de 60) les gusta bailar. A “Pochi” le gustaba la Banda XXI, y también escuchaba a Michael Jackson, se acuerda Marcela.

Era divertido y medía casi 1,90. Alambraba campos con su padre y hermanos. También fue tractorista y trabajó en una fábrica. Le gustaba hacer chistes. No tomaba alcohol y tampoco fumaba. El 2 de diciembre de 2024 cumpliría 41 años.

Nació y se crió en el barrio El Criollo. Pradójicamente es ese lugar donde, según el testimonio de Espinosa, desapareció sin que ninguna persona lo viera caminar por esas calles. Según le dijo la mujer a la Policía, lo dejó a unas tres cuadras de la casa de unos amigos, pero nunca llegó.

Un día antes de la desaparición, fue hasta la casa de Carolina para festejar el cumpleaños de sus sobrinos: “De la nada agarró la guitarra y comenzó a tocar, y eso siento que fue algo especial, fue la última vez que lo vimos”.

“Era de buen humor, no se enojaba nunca. Compartimos muchas horas de campamento”, dijo Ariel para remontarse a la época en la que salían a trabajar al campo.

“Los tres primeros años no podíamos hablar, solamente podíamos llorar, con el tiempo fuimos manejando las emociones, y comenzar a recordarlo desde el amor, como era él. Tenía una paz, una tranquilidad, esas ganas de vivir, bailar, seguir adelante”, resumió Carolina el sentimiento que le sale ahora que se cumple otro año.

Una de las marchas por la ciudad de Villa Mercedes.

“Abel está muerto”

“Son 10 años de una ardua lucha, verdaderamente desgastante. Y seguimos porque siempre estamos investigando con la esperanza de que alguien haya visto, sabemos que vieron, pero con una Justicia que te desampara y no te protege, uno lo entiende, para qué te vas a meter en un problema”, señaló.

Su intuición, ahora y siempre, le hacen creer que “Abel no está lejos, está cerca”. Se acercaron hasta parapsicólogos (o videntes) que simplemente querían colaborar para que lo encontraran, y les presentaron diferentes teorías. Hay una que resulta muy fuerte, y no la olvidan porque es la que más duele: “Esta persona dijo que lo veía en posición vertical, en un lugar oscuro, donde no le da la luz del sol. Y que a un metro medio había una zapatilla”.

“Un día el juez Leandro Estrada me dijo ‘No le voy a generar falsas expectativas, su hermano está muerto’, y yo agradezco que me lo haya dicho, porque si son todavía lo estaríamos buscando vivo. Ahora estamos completamente seguros de eso”, sostuvo Marcela.

Para Carolina, las pruebas fueron llevando a ese convencimiento: “Si se hubiera ido como todavía quieren hacernos creer, con tanta tecnología Abel se hubiera comunicado con un mensaje diciendo ‘no me busquen más’. Se murió su papá, no es posible ande por ahí”.

“Cómo pueden decir todavía que Abel se fue, en qué cabeza cabe eso, cuando hasta el DNI lo tenía Espinosa en su casa. Esa noche lo levantaron y lo desaparecieron”, fue contundente Ariel.

Se saben de memoria las declaraciones. Y es inevitable no volver al comienzo de la historia. Y al día que le perdieron el rastro a “Pochi”.

“Esa noche iban a juntarse a comer pizzas a la casa de Espinosa, y había gente invitada. Pero ella llegó 1 hora y 40 minutos después. Donde dice que dejó a Abel, todos lo conocen y nadie lo vio. Estaba todo armado, y ese recorrido que dice que hicieron, nunca existió, figura todo en el expediente, no estamos inventando nada”, sostuvo Ariel.

La única esperanza que tienen ahora es hallar sus restos, y saber realmente qué le hicieron, y por qué. Será la manera de poder “cerrar círculo”. Están aferrados al juicio por asociación ilícita en contra de Acevedo, Espinosa y Vázquez. Para la Justicia esa organización tiene que ver con la desaparición.

Un mural para Abel, y un homenaje.

La mamá de Abel, se caminó todas las marchas y fue a todos los homenajes. "Mimí" ya cumplió 80 años, y a todos sus hijos les sigue dando fuerzas. Que no dejen de hablar les pide. Y este lunes se reunirán en un encuentro íntimo, y convocarán para que la comunidad comparta en las redes sociales la foto para que nadie olvide que todavía está desaparecido.

El deseo de los hermanos

“Marcelo Acevedo, Alejandra Espinosa y María Vázquez son los autores principales de la desaparición forzada de Abel, lo dice un expediente con una cantidad de testimonios, que lo han llevado a creer a un fiscal, como Néstor Lucero, que estos son los responsables. Pasaron 10 años y sigue sosteniendo lo mismo”.

“Nuestra necesidad es encontrar los restos, o saber dónde están, y llegar a la verdad. Estas personas van a tener que pagar, porque Abel necesita la justicia que por derecho se merece, y nosotros como familia también, mi madre por los 10 años de lucha y espera. Es el tiempo de saber que la verdadera Justicia de San Luis existe”.

“Es muy difícil porque cuando desaparecen a una persona, el daño es en toda la familia, no solo en nuestros hermanos, sino en nuestros hijos. Dicen que lo debemos soltar, pero cómo hacés para soltar una parte de tu vida, que te lo desaparecen”.

“Creemos en la justicia del hombre, y tienen que pagar, saben lo que hicieron y la verdad está en ellos”.

"Mimí" y Roque, los papás de Abel participaron de más de 30 marchas.

Fotos, video y edición: Nahuel Sanchez

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